
Michelle Obama fue primera dama, pero su vida no ha estado libre de la esclavitud. Por sus venas corre la misma sangre de Melvinia, una esclava originaria de Carolina del Sur que fue enviada a Georgia una vez que su amo falleció.
Dos años antes de la Guerra Civil estadounidense (1861-1865), Melvinia se embarazó de un hombre blanco y, de ese matrimonio nació Dolphus T. Shields, de quien desciende Michelle Obama. Así lo reveló The New York Times en 2009.
Su posición tampoco ha librado a Michelle del racismo. Sus profesores de la secundaria le dijeron que “tenía demasiadas aspiraciones” por pretender entrar a la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey.
Y, a los 17 años, cuando se mudó del apartamento en Chicago en el que vivía con sus padres al campus de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey, se enfrentó a más desaires.
La madre blanca de su compañera de cuarto pidió que cambiaran a su hija de habitación porque Robinson era negra, según relató Peter Slevin, autor de la biografía Michelle Obama: Una vida. Sin embargo, la señora no logró su objetivo.
“Mis experiencias en Princeton me hicieron mucho más consciente del hecho de ser negra. No importa cuán liberales y abiertos sean mis profesores y compañeros blancos en su trato conmigo, a veces me siento como una visitante en el campus”, escribió en la introducción de su tesis de licenciatura.
Pero estos tropiezos no impidieron que se graduara cum laude en sociología con especialización en Estudios Afroestadounidenses y tres años después, en 1988, continuará su carrera académica estudiando Derecho en Harvard.
Y, tal vez por su historia y porque no ha estado libre del racismo, es que ha llamado a otras mujeres a participar sobre este tema: “Mujeres, nosotras sobrevivimos a esas heridas de tantas maneras e incluso ni siquiera las notamos. Vivimos con esas pequeñas heridas, que sangran día a día, y aun así seguimos adelante. Soy una mujer fuerte gracias a otras mujeres fuertes. No eres madre sola, ni abuela sola, no luchas sola”, dijo durante el 30º aniversario de la Fundación de Mujeres de Colorado, en Denver.
Sus primeros pasos en la política
Michelle LaVaughn Robinson Obama nació en Illinois, el 17 de enero de 1964. Accedió a una formación universitaria de élite en las universidades de Harvard y de Princeton, graduándose como abogada en la primera y en Sociología en la segunda.
En la universidad, Michelle, tuvo sus primeros acercamientos a la política, a través de una campaña activa para pedir una mayor inclusión de profesores de raza negra en la institución. Inmediatamente después de graduarse, Michelle, comenzó a trabajar en la firma de abogados Sidley Austin, y sus logros la llevaron a integrar el ranking de las diez mejores letradas del país.
A la par de este trabajo, Michelle, también se desempeñó en la gestión del alcalde de Chicago, Richard Daley, y en el Centro Médico de la Universidad de Chicago.
Del trabajo al amor
Y fue justamente el trabajo en donde conoció a su gran amor: Barack Obama. Él tenía 28 y hacía una pasantía en la firma de abogados de Chicago donde ambos trabajaban. A mitad de la pasantía, el futuro presidente de Estados Unidos invitó a Michelle a una cita romántica.
"Fue fantástico (...) Él definitivamente fue muy encantador, y le funcionó", dijo ella en una entrevista en 2004.
Ambos provenían de hogares distintos. Él había nacido en Hawái, creció junto a su madre y vivió un tiempo en Indonesia, mientras que ella era oriunda de la zona sur de Chicago y la habían criado ambos padres. Lo que sí tenían en común era la ambición académica, situación que les llevó a estudiar en las universidades más prestigiosas y caras del país antes de casarse en 1992.
Una activista nata
Michelle ha desplegado una intensa actividad política alrededor de su esposo, colaborando activamente en las campañas políticas.
Cuando su marido se convirtió en presidente de los estadounidenses en el año 2008, Michelle, comenzó a desplegar arduos trabajos vinculados a la promoción del bien común, de la salud, la educación, la cultura, las artes, entre los más importantes.
"Como la única primera dama afroamericana en pisar la Casa Blanca, había una presunta gracia asignada a mis predecesoras blancas. Sabía que no era probable que fuera lo mismo para mí. ” Nadie que tenga las palabras ‘primero’ y ‘negro’ adheridas lo haría”, escribió la exprimera dama en Becoming, su libro autobiográfico.
Michelle Obama sostiene en este texto que tuvo que esforzarse más para cumplir su papel en la Casa Blanca: “Aprendí a través de los tropiezos de la campaña que tenía que ser mejor, más rápida, más inteligente y fuerte que nunca. Mi gracia tendría que ganarse”.
La ex primera dama norteamericana se distingue de sus colegas y antecesoras por el perfil sencillo y descomplicado que exhibe y cultiva. Es recurrente verla participar en diversas series de TV, eventos, e incluso, recientemente, su presencia en un noticiero bailando a un ritmo desenfrenado y en el marco de una campaña contra la obesidad, se extendió fantásticamente por todo el mundo y fue celebrada justamente por esa ausencia de protocolo.