
Aquellos días de universidad en los que Wilmar Camacho devoraba libros soñaba con que su conocimiento fuera útil y causara un verdadero impacto en la vida de las personas. Sabía que el camino sería largo y que iba a requerir no solo de la técnica, totalmente adquirible con esfuerzo y constancia, pero también de un espíritu de servicio. Con eso nació y también con la capacidad de entregarse de lleno a quien lo necesitara.
Luego de graduarse como médico y cirujano en Bogotá, Colombia, comenzó un largo camino hacia la especialización en el área de la cirugía plástica, estética y reparadora. También realizó estudios en Argentina y Brasil. Allí, además de realizar fellow, culminó maestrías y diplomados, todos estos estudios le permitieron trabajar y conectar con personas de diferentes continentes.
En esos primeros años su meta era clara: cambiar vidas, generar la mayor cantidad de sonrisas posibles y ser apoyo para quienes han pasado por situaciones traumáticas después de someterse a una cirugía. Además de reconstruir partes del cuerpo, comenzó a reconstruir almas con la cercanía; así se ganó su apodo: El cirujano de almas.
Hoy, después de más de 8,000 intervenciones, podemos decir que su propósito inicial sigue vigente, que no ha escatimado recursos ni tiempo para mejorar su técnica y que además es generoso, porque transmite a los demás tanto su conocimiento quirúrgico como su crecimiento personal; así lo señala Lina Monsalve, quien lo conoce desde hace 10 años y es su instrumentadora quirúrgica.
Entrega total
El Dr. Will, como también es conocido, lleva consigo la fuerza de un roble y una energía que pareciera inagotable. Sus jornadas comienzan muy temprano. Entra al hospital con una sonrisa, un saludo ameno y está pendiente de todo: cómo sigue cada paciente, el funcionamiento de cada máquina e incluso cómo se sienten los miembros de su equipo en lo laboral, profesional e incluso en lo personal. Por eso no faltan las preguntas a cada uno: ¿Cómo estás?, ¿Cómo va ese tema que te tenía preocupado?, es su manera de hacerse presente y demostrar que su gente es más que un equipo con el que coincide en lo laboral.
Por lo general trabaja hasta tarde en la semana porque los fines de semana se los dedica a su Fundación Cirujano de Almas, que está divida en dos objetivos: el beneficio quirúrgico a pacientes olvidados por el sistema de salud y un departamento de intervención contra el maltrato y abandono animal.
Sus amigos cercanos coinciden en que el Dr. Will es carismático, en que a pesar de todo lo que se ha preparado y el éxito que ha logrado, jamás habla desde la arrogancia o la superioridad, es más, prefiere que una conversación se centre en lo que necesitan de él las personas, en que puede hacer para dar a los demás un remanso de paz y tranquilidad cuando lo necesitan. Se enfoca en hablar de las características positivas, físicas y psicológicas de sus pacientes y de las áreas de oportunidad que él sabe todos tenemos.
Así que cuando una persona llega con una complicación él les habla con la verdad, les explica lo que deben hacer y cuál será el procedimiento que se debe llevar a cabo. Sobre todo cuando se trata de biopolímeros, ya que él es pionero y reconocido mundialmente en el retiro de este material.
Jamás es fatalista, ni busca que el paciente caiga en la desesperación, tiene como filosofía de vida el afrontar las situaciones complejas de la vida con resiliencia y esperanza.
“Es un reparador de vidas, le da esperanza a quienes la pierden por una situación clínica y física que los destruye mentalmente”, cuentan las integrantes de su equipo médico.
Medicina con sentido social
¿Quién conoce más que un médico sobre las dificultades humanas? ¿Acerca de lo difícil que puede ser para algunos necesitar una cirugía y no contar con los recursos o los medios para llevarla a cabo? Desde esa óptica, el Dr. Will ha dedicado parte de su tiempo para apoyar a las personas menos favorecidas. Para él todas y todos son importantes y su manera de agradecer a Dios el conocimiento que ha podido adquirir, las puertas que se le han abierto y el éxito que ha alcanzado a través del servicio de llevar salud y tranquilidad a quienes lo necesitan.
De eso poco habla; se reserva para sí un trabajo que hace siguiendo su vocación y su necesidad por buscar el bienestar común. Cuando llega a mencionar esta parte de su vida, lo hace con respeto y con la intención de captar adeptos a la causa, de sensibilizar a sus colegas y amigos a ser partícipes del apoyo, cada uno desde su campo profesional. Para él hacer el bien es más que trabajar honestamente, es aportar, sumar y empatizar con quienes acuden a él; su lucha va del discurso a la acción.
Su preparación profesional va de la mano con la espiritual, con la personal y con la física. Aprovecha para sacarle una sonrisa con algún chiste a sus pacientes, a sus compañeros de trabajo, a quienes le prestan un servicio. Busca el tiempo para estar con sus mascotas, son también su refugio, compañía y parte de sus alegrías.
Dentro de sus hobbies está la pintura, que lo distrae, lo anima y le sirve como una forma de expresión. Pero él va más allá, el producto de esos días de arte los convierte en instrumentos que abonan a su causa benéfica. Quien obtiene uno de sus cuadros, está aportando a su fundación.
También se toma el tiempo de escribir, en pequeños fragmentos estilo recetas médicas regala un bálsamo a sus amigos y seguidores en las redes sociales, son definitivamente recetas para el alma.
Indagando un poco en su vida personal podemos ver que el Dr. Will sabe atesorar a los amigos, cultiva sus relaciones personales con dedicación y largas conversaciones llenas de risa y de fondo, una buena canción.
Sabe de cierto que la esperanza mueve al mundo, que las dificultades se enfrentan con fe y con una sonrisa. No ha perdido el entusiasmo del muchacho que entró hace dos décadas a la Universidad Juan N. Corpas para estudiar medicina con la idea no sólo de sanar las dolencias físicas, sino de hacer que cada persona que llegue a su consultorio, que pase por sus manos y que lo conozca, se vaya más feliz y esperanzada.