Septiembre 2023
LO QUE REVELA TU PIEL SOBRE TU SALUD
PARTE I
SONRIE MIAMI

Investigaciones recientes indican que nuestra piel no es solo un reflejo de nuestro estilo de vida, que muestra el efecto de años de fumar, beber, tomar sol y vivir bajo estrés.
Resulta que el órgano más grande de nuestro cuerpo es un participante activo en nuestro bienestar físico.
Esta es una nueva y extraña realidad en la que las arrugas, la piel seca y las manchas provocan envejecimiento, y no al revés.
La salud de la piel puede usarse para predecir una serie de factores aparentemente inconexos, desde la densidad ósea hasta el riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas o el riesgos de morir por una enfermedad cardiovascular.
Hay dos formas principales de medir la edad de una persona. La primera es la estándar, conocida como la edad cronológica (la que que sigue las revoluciones del sol).
Pero también está la edad biológica, que indica el ritmo al que envejeces físicamente (la madurez de tus órganos y células).
Ambas pueden variar mucho entre sí entre distintas personas. A medida que acumulamos años, se sabe que nuestra edad cronológica eventualmente se pondrá a la par de nuestra apariencia: la piel se vuelve más delgada y menos tonificada, pierde elasticidad, cuando las células responsables de producir pigmento y colágeno se mueren o se vuelven “senesentes”, lo que quiere decir que dejan de renovarse y continúan existiendo en un estado latente.
Pero es el medioambiente el que tiende a generar el mayor daño.
En el año 2000 surgió un nuevo y radical concepto. Al observar la forma en que la mayoría de los organismos responden al estrés, un grupo de científicos de la Universidad de Bolonia, Italia, sugirió una nueva forma de pensar en el envejecimiento.
En una persona joven y sana, el sistema inmune se activa de forma rutinaria para mantener el orden: reparando daños y ahuyentando infecciones.
Pero a medida que envejecemos, o cuando empeora nuestra salud, estas respuestas inflamatorias pueden superar un umbral crítico -un punto más allá del cual se aceleran y liberan una cascada de potentes sustancias químicas por todo el cuerpo, que destruyen células sanas y mutilan nuestro ADN.
Es la llamada “inflamación-envejecimiento”, una inflamación de fondo de bajo grado que acompaña el proceso de envejecimiento.
Aquí es cuando cobra importancia la piel. Las investigaciones más recientes indican que la piel arrugada, enferma o dañada se vuelve parte de este sistema de inflamación, liberando un coctel químico que lleva a un mayor daño e inflamación.
“La piel envejecida cronológicamente muestra más altos niveles de expresión de todo un panel de citocitnas y quimiocinas inflamatorias”, explica Mao-Qiang Man, investigador de la Universidad de California San Franciso, en EE.UU.
A nivel local, estas sustancias químicas degradan el colágeno y la elastina, reduciendo aún más el grosor de la piel, generando arrugas, y reduciendo la elasticidad.
Esto se ve agravado aún más por las células senescentes en la piel –producto del envejecimiento natural o del daño de daño de los rayos UV- que también liberan sus propias sustancias químicas inflamatorias.
Pero esto es solo el comienzo. Al ser el órgano más grande del cuerpo, la piel puede tener un impacto profundo. Las sustancias químicas liberadas por la piel enferma y disfuncional entran en el torrente sanguíneo, donde se propagan y dañan a otros tejidos.
En medio de la inflamación sistémica resultante, las sustancias químicas de la piel pueden llegar y dañar a órganos que parecen no tener relación alguna, incluyendo el corazón y el cerebro.
El resultado es el envejecimiento acelerado y un riesgo mayor de desarrollar la mayoría -o posiblemente todos- de los desórdenes relacionados.